::::::::en construcción...



12 de febrero de 2008

DOMINGO. 16 P.M. DÍAS EXTRAÑOS.


Mierda. Mierda, exclamó Junio. ¿Dónde están? Se hunde en mi cabeza como los pies del cazador en el fango de la jungla. Algo empuja hacia la contracción. Cuando dijimos memoria no supimos aquello que nos aguardaba: una ciénaga donde la gravedad se agudiza, la gravedad, el peso de los cuerpos o su vacío, que ahora retorna. Aquí están. Una. Dos. Tres pastillas. Será suficiente. Deben calmar este dolor. Esta arritmia del recuerdo vago, intenso, vago. Esta espiral de platos y maletas, de dientes y espuma de afeitar. Escribir parece un juego a veces. Un paréntesis, ¿a qué equivale? Quizás debería tumbarme. Ver la TV. Algo estúpido. Quizás un telefilme. Todo se configuró sin duda a la manera de un declive conjurado entre incautos: nuestra amistad primero, el vaso frío, el hielo dentro, volteando, el mar rojo o el vodka, tu lengua fría, mi garganta, nuestra saliva, templada, y el díptico abierto y tu mano deslizándose aguda, como con un puñal, rasgando, rasgando, como un puñal. Todo fue un declive. No debería. Este sol artificial...huele a plástico quemado. No quiero recordar si es posible. Huele al sopor de los muertos cuando agonizan. ¿Dónde estará? Todo fue tan rápido, como una instantánea polaroid, ya: los baños el taxi las llaves el cinturón tu cuello el perfume la luz, al fin. El límite de los invidentes, nada más, rápido. Las pasiones como el contador de un algoritmo se acumulan para no significar. Se acumulan y descienden, y amplían un recuerdo que, como el pie del cazador en el fango, se hunde, sin medida. Parece que empiezan a hacer efecto. Se disipa la rabia. Recuerdo el silencio y el zumbido en los oídos al salir de la discoteca. Una roca árida respirando en la ebriedad. La erección. El céfiro disminuido entonces distante, ahora cercano. Qué maldición acecha detrás de cada esquina. Todo se acelera. Detrás de cada esquina todo se acelerará sin motivo. No puedo creer. No hay triángulo. Mientras mi estómago diluye cólera en zumo, ardor, crece la convulsión, apuesto que nada, cualquier cosa, sea aquel aliento, tu cuerpo y su hélice, la inteligencia detrás, tomará forma, se hará forma, para qué trasladar. Esto no tiene nada que ver contigo. Es otro tipo de ejercicio, distinto, no es ninguna meditación. Mi piel aún huele. La piel, ahora le recuerdo. Tu piel: esta sensación de fracaso. Nada que ver. Miro la televisión. Más tedio. La apago. Cojo un libro. Empiezo a leer. Te pierdes, no vales nada, resiste. Aún sobre la piel, resplandeciente. Como el olor a tabaco.

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